El debate sobre la inmigración ilegal en España ha alcanzado un punto de ebullición que trasciende la política y se instala en el día a día de la sociedad.

Las declaraciones de Santiago Abascal, líder de Vox, en televisión han sacudido el tablero político y mediático, generando una ola de apoyos y rechazos que reflejan la profunda división que vive el país en torno a este fenómeno.

Mientras Pedro Sánchez viaja a África y defiende políticas de cooperación y apertura, Vox levanta la voz y denuncia lo que considera una irresponsabilidad histórica por parte del Gobierno socialista y del Partido Popular.

La realidad es que, según las últimas encuestas, el apoyo a la deportación de inmigrantes ilegales alcanza el 70% de la población española.

Un dato que, lejos de ser anecdótico, muestra el hartazgo de muchos ciudadanos ante lo que perciben como una crisis de seguridad, convivencia y recursos públicos.

Abascal, en su intervención, no solo denuncia la gestión del gobierno, sino que señala la complicidad de los grandes partidos en Bruselas, acusándolos de pactar políticas migratorias que, a su juicio, están destruyendo el tejido social español.

El líder de Vox insiste en que su partido está “políticamente solo, pero socialmente muy acompañado”, y reivindica su papel como único defensor de la deportación inmediata de quienes ingresan ilegalmente al país.

Esta postura, aunque polémica, ha conseguido sumar seguidores y consolidar a Vox como referente de la oposición a las políticas migratorias actuales.

Abascal no duda en comparar la situación española con la vivida en Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump, donde las medidas restrictivas, según su visión, lograron reducir drásticamente los cruces ilegales en la frontera.

La entrevista televisiva, que se viralizó en redes sociales, puso sobre la mesa el argumento de que las políticas firmes y contundentes envían un mensaje claro a las mafias del tráfico de personas y a quienes planean llegar ilegalmente a suelo español: “Si llegan, serán devueltos, no serán alojados ni mantenidos”.

Abascal remarca que España no puede acoger a toda África y que Europa debe poner límites claros, siguiendo el ejemplo de líderes como Giorgia Meloni en Italia y Viktor Orbán en Hungría.

En España, el debate entre PSOE y PP se centra, según Abascal, en si regularizar a 500.000 o 800.000 inmigrantes ilegales, o en el lugar donde se instalarán los centros de acogida.

Vox, en cambio, rechaza la apertura de estos centros, ya sea en ayuntamientos socialistas o populares, y exige que todos los inmigrantes ilegales sean devueltos a sus países de origen.

El líder de Vox asegura que esta postura coincide con la opinión de la mayoría de los vecinos de las localidades afectadas y del conjunto de la nación.

Abascal denuncia que una parte significativa de la inmigración que recibe España no busca adaptarse ni respeta las leyes y costumbres del país.

Afirma que el aumento de delitos, agresiones y violaciones está directamente relacionado con la llegada de inmigrantes ilegales, especialmente de países donde no se respeta la igualdad de género.

“No les queremos con nosotros, les queremos de vuelta en sus países. No aceptamos que se venga ilegalmente a nuestra tierra”, sentencia Abascal, reclamando la expulsión de quienes cometen delitos, tanto si han llegado ilegalmente como si, estando legalmente, violan la ley.

El discurso de Abascal no solo apunta a la inmigración ilegal, sino también a la falta de acción de los partidos de izquierda y de los medios de comunicación.

Critica que figuras como Irene Montero, exministra de Igualdad, no denuncien las agresiones cometidas por inmigrantes, mientras sí movilizan protestas por otras cuestiones menos relevantes.

Según el líder de Vox, esta doble vara de medir demuestra que la izquierda solo actúa cuando el relato les beneficia políticamente.

La preocupación por la seguridad y la convivencia se refleja en la percepción ciudadana de que los políticos solo buscan votos, incluso a costa de regularizar inmigrantes ilegales.

Abascal sostiene que, ante el rechazo creciente de los españoles a las políticas migratorias actuales, los partidos mayoritarios intentan captar el voto de los recién regularizados para mantenerse en el poder.

“Los inmigrantes solo les preocupan para ganar votos. Realmente les dan igual más allá de eso”, afirma, poniendo en duda la sinceridad de los compromisos humanitarios de los partidos tradicionales.

El líder de Vox ejemplifica la situación con la instalación de centros de inmigrantes en ayuntamientos de distinto signo político, donde tanto alcaldes socialistas como populares se oponen a la medida, pero el gobierno central sigue adelante.

Para Abascal, la solución no está en repartir el problema, sino en devolver a los inmigrantes ilegales a sus países de origen.

“Estamos de acuerdo con la inmensa mayoría de los vecinos de esas localidades, de esas regiones y del conjunto de la nación”, insiste.

La entrevista también abordó el impacto cultural y social de la inmigración ilegal, señalando la aparición de guetos islámicos en España y Europa, donde se producen matrimonios forzosos, mutilaciones genitales y una visión de la mujer incompatible con los valores occidentales.

Abascal relaciona el aumento de violaciones y agresiones sexuales con la llegada de inmigrantes de países donde no se respeta la libertad de las mujeres, y acusa a las autoridades y medios de ocultar estos datos para evitar el crecimiento electoral de la llamada ultraderecha.

El caso de Inglaterra, donde una mafia de islamistas radicales de Pakistán participó durante una década en la violación sistemática de niñas, es citado por Abascal como ejemplo de lo que ocurre cuando las autoridades prefieren silenciar los problemas antes que enfrentarlos.

“Todo eso fue ocultado por las autoridades y por los medios de comunicación porque no querían que aumentasen los apoyos electorales a la ultraderecha”, denuncia, reclamando transparencia y honestidad en el tratamiento de la inmigración.

La solución que propone Vox es clara: cerrar las puertas a la inmigración ilegal, exigir respeto a las leyes y expulsar a quienes no se adaptan o cometen delitos.

Abascal insiste en que “el que llega tiene que respetar nuestra manera de vivir”, y que solo la inmigración regulada, adaptada y progresiva puede ser beneficiosa para España.

“Inmigrantes, sí, muy bien, pero siempre y cuando vengan de forma regularizada, poco a poco y adaptándose a nuestro país y a nuestra forma de vivir, ya sea de cualquier sitio del mundo del que provenga esa inmigración.”

El auge de Vox y el respaldo social a sus propuestas migratorias reflejan una tendencia que se extiende por toda Europa.

El miedo a la pérdida de identidad, la inseguridad y el colapso de los servicios públicos son argumentos que, más allá de la ideología, conectan con las preocupaciones cotidianas de millones de ciudadanos.

Abascal, con su discurso directo y sin concesiones, ha conseguido canalizar ese malestar y convertirlo en apoyo político.

La respuesta de los partidos tradicionales ha sido, en muchos casos, la de intentar desactivar el debate, acusando a Vox de xenofobia y alarmismo.

Sin embargo, la realidad es que el fenómeno migratorio plantea desafíos complejos que requieren soluciones estructurales y consensos amplios.

La polarización, lejos de resolver el problema, lo agrava y dificulta la búsqueda de respuestas efectivas.

En este contexto, la sociedad española se enfrenta a una encrucijada.

Por un lado, la necesidad de mantener los valores de acogida y solidaridad que han caracterizado históricamente a España.

Por otro, la exigencia de seguridad, control y respeto a las leyes que reclaman cada vez más ciudadanos.

El reto está en encontrar el equilibrio entre ambos principios, evitando caer en el extremismo y la demagogia.

El debate sobre la inmigración ilegal seguirá siendo protagonista en la agenda política y mediática.

Vox, con Santiago Abascal al frente, ha conseguido situarlo en el centro de la discusión, obligando a los partidos mayoritarios a posicionarse y a los medios a informar con mayor rigor.

La sociedad, por su parte, debe exigir transparencia, responsabilidad y compromiso real con la resolución de los problemas.

La inmigración, como fenómeno global, requiere respuestas globales, pero también políticas nacionales firmes y adaptadas a la realidad de cada país.

España, en un momento de transformación profunda, debe afrontar el reto sin miedo, pero también sin prejuicios.

El futuro dependerá de la capacidad de los líderes políticos para escuchar a la ciudadanía, respetar las leyes y garantizar una convivencia basada en el respeto mutuo.

La entrevista de Abascal en televisión ha sido un reflejo de la tensión y el debate que atraviesan la sociedad española.

Sus palabras, polémicas para unos y necesarias para otros, han abierto un espacio de discusión que no puede ser ignorado.

Porque, al final, la política debe ser el arte de resolver problemas reales, no de ocultarlos. Y la inmigración ilegal, con todas sus implicaciones, es uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo.