
La doble pinza de Feijóo: Entre Ayuso y Abascal, la crisis de identidad del líder del PP.
En la España actual, la política se ha convertido en un escenario de confrontación constante, donde los líderes se ven obligados a reinventarse, a veces perdiendo su esencia en el proceso.
El caso de Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular, es paradigmático: atrapado entre las presiones internas de Isabel Díaz Ayuso y la competencia electoral de Santiago Abascal (Vox), su figura ha pasado de ser la de un gestor moderado y sensato a la de un político más agresivo y radical, en busca de un espacio propio en el tablero nacional.
Miguel Ángel Revilla, expresidente de Cantabria y voz habitual en los debates políticos, ha puesto sobre la mesa un diagnóstico que resuena entre analistas y ciudadanos: Feijóo está atrapado en una “doble pinza”, presionado por Ayuso desde dentro del partido y por Abascal desde fuera.
Esta situación le ha hecho perder personalidad y, sobre todo, la oportunidad de convertirse en el referente de la moderación que tanto necesita el centro-derecha español.
Revilla recuerda con nostalgia al Feijóo presidente de Galicia, con quien compartió comidas y conversaciones.
Un hombre moderado, capaz de dialogar y de gestionar con eficacia.
“Aquel Feijóo que yo conocí de presidente, con el que he comido varias veces y que de vez en cuando nos llamamos, aunque ahora me manda mensajes que no entiendo”, comenta Revilla, aludiendo a una reciente anécdota: Feijóo le envía mensajes por error, escritos en clave, que parecen destinados a otro interlocutor.
Un detalle que, aunque anecdótico, refleja el desconcierto y la falta de comunicación clara en la política actual.
El cambio de Feijóo es evidente. Su llegada a Madrid, lejos de templar los ánimos y de hacer del Parlamento un espacio habitable, ha coincidido con una radicalización de su discurso.
Revilla lamenta que Feijóo haya pasado de ser un hombre moderado a uno “agresivo, faltón”, capaz de lanzar acusaciones durísimas al presidente del Gobierno, como la polémica frase sobre el feminismo aprendido en prostíbulos.
Para Revilla, este giro es un “grave error”, fruto de la presión por no quedarse atrás frente a Ayuso y por la amenaza constante de Vox.
La figura de Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en un desafío constante para Feijóo.
Las encuestas muestran que la presidenta madrileña tiene una aceptación mayor que el propio líder nacional del PP, lo que le obliga a endurecer su discurso para no perder protagonismo.
Por otro lado, Santiago Abascal y Vox le quitan votos por la derecha y le obligan a estar pendiente de sus movimientos, dificultando cualquier intento de consolidar una mayoría estable.
Este escenario de “doble pinza” no solo erosiona la personalidad de Feijóo, sino que le condena a una estrategia reactiva, más preocupada por no perder terreno que por proponer un proyecto propio.
Revilla lo resume con claridad: “Ante esas dos situaciones ha perdido la personalidad que nos había presentado como presidente de la junta de hombre moderado que iba a venir a Madrid a templar, hacer un parlamento habitable.
Pues nada de eso, porque ahora se ha convertido en Madrid en un hombre agresivo, faltón”.
Las consecuencias políticas de esta situación son evidentes.
Feijóo no consigue mejorar los resultados electorales del PP, pese a un contexto que, en teoría, le sería favorable.
El crecimiento de Vox amenaza con hacerle depender aún más de la formación de Abascal, lo que podría desembocar en una coalición PP-Vox con Feijóo como presidente y Abascal como vicepresidente.
Revilla advierte que esto sería preocupante para muchos ciudadanos y que, si el PP no logra ganar con claridad, podrían surgir sospechas de “pucherazo” y fraude electoral, en una deriva similar a la extrema derecha americana de Donald Trump.
La referencia a las sospechas de fraude electoral es especialmente grave.
Revilla recuerda cómo Feijóo, tras las elecciones de julio de 2023, insinuó irregularidades en el voto por correo, algo que considera “muy peligroso” y propio de una estrategia de deslegitimación democrática.
Uno de los puntos más polémicos del discurso de Feijóo es su acusación al PSOE de corrupción, presentando la actualidad como la etapa más corrupta de la historia de España.
Revilla desmonta este argumento recordando los numerosos casos de corrupción que han afectado al PP en las últimas décadas: Bárcenas, Rato, Matas, Zaplana, Kitchen, Montoro…
“Hay cuatro en la cárcel, cuatro ministros en la cárcel, tres presidentes autonómicos en la cárcel. Pero si es que hay una sección ya del PP”, ironiza Revilla.
La memoria histórica pesa, y Revilla advierte que no se puede presentar la actualidad como el peor momento de corrupción cuando el PP ha protagonizado algunos de los mayores escándalos de la democracia española.
El caso Montoro, aún pendiente de resolución, podría convertirse en el mayor caso de corrupción de la Unión Europea, según el análisis del expresidente cántabro.
Más allá de las disputas personales y las acusaciones cruzadas, Revilla lamenta que el debate político esté centrado en ataques y escándalos, mientras los problemas reales de la ciudadanía quedan en segundo plano.
“Ahí no se habla de los problemas que tiene España en este momento que afectan sobre todo a la gente joven, ¿no? El problema de que no tienen vivienda, de que se crece económicamente, pero no llega a una parte de la población”.
La desconexión entre la política y la realidad social es preocupante.
Los jóvenes, sin posibilidades de acceder a una vivienda digna ni a trabajos bien remunerados, se ven empujados hacia partidos extremistas.
La desigualdad crece, la riqueza no se reparte y el descontento se instala en amplias capas de la sociedad.
Revilla no ahorra críticas al Senado, al que describe como un “cementerio de elefantes”, refugio para políticos que han perdido su lugar en otras instituciones.
La cámara, que debería ser espacio de debate territorial y de análisis de los grandes problemas autonómicos, se ha convertido en un escenario de inquisición y de desfiles mediáticos, sin utilidad real para la ciudadanía.
En el análisis de Revilla, Pedro Sánchez presenta algunas fortalezas claras: la economía española crece más que la europea, aunque sin presupuestos ni grandes leyes aprobadas; la tenacidad del presidente para pactar con múltiples partidos; y un buen perfil internacional, con defensa de causas como Palestina y Ucrania.
Sin embargo, las debilidades también son evidentes. Sánchez no ha formado un gobierno de gente competente, sino de “pelotas” y personas poco preparadas, lo que ha facilitado la aparición de casos de corrupción y una gestión deficiente. Además, el crecimiento económico no se traduce en bienestar para los jóvenes ni en reducción de la desigualdad.
Revilla pone el ejemplo de su propia hija, joven titulada que, pese a tener trabajo, no puede acceder a una vivienda digna y vive en una situación de precariedad similar a la de millones de jóvenes españoles. “La expectativa de los jóvenes es mucho peor que la de hace 40 años”, afirma, señalando que la desigualdad y la falta de oportunidades son el principal reto pendiente.
El análisis de Revilla no se limita a la política, sino que aborda también el desgaste humano de los líderes. Observa el deterioro físico de Sánchez, atribuyéndolo al estrés y la presión constante: “Lo tiene que estar pasando mal. Y yo lo siento porque es muy duro eso, el no poder dormir por la noche porque no sabes qué vas a tener mañana, qué te va a aparecer mañana”.
La política española, marcada por la crispación y la confrontación, pasa factura a quienes la protagonizan. El sufrimiento personal de los líderes es el reflejo de un sistema que necesita reformas profundas y un cambio de tono urgente.
El panorama dibujado por Revilla es el de una política atrapada en la confrontación, la radicalización y la falta de soluciones reales para los problemas de la ciudadanía. Feijóo, que podría ser un líder moderado, está atrapado entre presiones internas y externas, perdiendo personalidad y quedando estancado electoralmente. Sánchez, por su parte, mantiene el crecimiento económico y la imagen internacional, pero no logra mejorar la vida de los jóvenes ni combatir la desigualdad y la corrupción interna.
La memoria histórica de la corrupción, la tentación de deslegitimar los procesos electorales y la desconexión con los problemas reales son síntomas de una crisis más profunda. La política española necesita recuperar el espíritu de diálogo, de gestión eficaz y de compromiso con la ciudadanía. Solo así podrá superar la doble pinza que asfixia a sus líderes y abrir un camino de esperanza para las nuevas generaciones.