A sus 87 años, el rey Juan Carlos I ha decidido abrir las puertas más íntimas de su memoria en su libro Reconciliación. No lo hace solo para repasar hitos de su vida o de su reinado, sino para rescatar del olvido una de las relaciones más profundas que marcó su infancia, su carácter y su manera de entender la familia: la que mantuvo con su abuela, la reina Victoria Eugenia de Battenberg, la legendaria reina Ena.

En estas memorias, el emérito no solo evoca la ternura, la autoridad moral y la elegancia natural de su abuela, sino que también destapa un secreto sorprendente, íntimo y hasta ahora desconocido sobre una de las joyas más emblemáticas del patrimonio histórico de la Corona: el collar de chatones, hoy convertido en una de las piezas más reconocibles del joyero real español y que actualmente luce la reina Letizia.

La reina Ena, una figura más viva que nunca

La figura de Victoria Eugenia ha vuelto a situarse en el centro de la actualidad gracias a dos grandes acontecimientos recientes: el estreno de la serie Ena en Televisión Española y la inauguración de una importante exposición dedicada a su vida y legado, a la que acudieron los reyes Felipe VI y Letizia.

Para esta muestra, la reina Letizia cedió dos de las piezas más simbólicas vinculadas a la figura de Ena: la tiara Flor de Lis —joya por excelencia de las reinas de España— y el histórico collar de chatones. Ambas forman parte de las llamadas joyas de pasar, es decir, las que no pertenecen a una reina en particular, sino que se transmiten de generación en generación.

El collar de chatones: una joya única en el mundo

El collar de chatones es una sucesión perfecta de grandes diamantes redondos montados en platino, una estructura diseñada para potenciar al máximo su brillo natural. Fue un regalo del rey Alfonso XIII a su prometida Victoria Eugenia de Battenberg en 1906, con motivo de su boda.

La pieza fue creada por la prestigiosa joyería Ansorena, en Madrid. En su diseño original estaba compuesto por 30 diamantes de 90 quilates cada uno, engastados “a la rusa”. Su valor inicial fue de 138.950 pesetas de la época, una cifra astronómica para comienzos del siglo XX.

Con el tiempo, el rey Alfonso XIII fue ampliando el collar con nuevos diamantes como regalos por cumpleaños, aniversarios y celebraciones especiales. Así, la joya pasó de ser una gargantilla ajustada al cuello a un largo collar tipo sautoir, que podía llevarse en dos vueltas y que llegaba incluso hasta la cintura.

En las capitulaciones matrimoniales, el collar fue tasado en 145.000 pesetas, lo que ya reflejaba su extraordinaria revalorización incluso en aquellos años.

El secreto que nadie conocía

En Reconciliación, el rey Juan Carlos I revela un detalle absolutamente desconocido hasta ahora sobre esta joya histórica. Un secreto que, según confiesa, le contó su propia abuela en la más estricta intimidad familiar:

“Nos confiaba como un secreto que, cada vez que necesitaba dinero, iba a la joyería a vender uno de los diamantes de su gran collar de dos vueltas, que luego sustituía por otro falso. Nadie sospechaba nada. Nos lo contaba todo riendo, sin un ápice de amargura”.

Este gesto revela no solo la difícil situación económica que la reina Ena atravesó durante el exilio tras la proclamación de la Segunda República en 1931, sino también su pragmatismo, su ironía y su enorme capacidad de adaptación a la adversidad.

Así, diamante a diamante, la antigua reina de España fue garantizando su supervivencia económica en el destierro, manteniendo intacta en apariencia una de las joyas más importantes del joyero real, mientras utilizaba su valor real como salvavidas silencioso.

Una joya transformada en herencia viva

Con el paso del tiempo, Victoria Eugenia decidió dividir el collar en dos piezas: una versión corta, tipo gargantilla, y otra más larga. Además, apartó dos chatones para fabricar unos pendientes a juego, que hoy son también parte esencial del joyero histórico.

Es precisamente la versión corta del collar la que ha lucido la reina Letizia en numerosas ocasiones. También es la versión que aparece en el icónico retrato oficial que le realizó la fotógrafa Annie Leibovitz, donde la reina consorte aparece llevando el collar con una elegancia sobria y contemporánea.

Letizia, además, utiliza con frecuencia los pendientes de chatones, convertidos ya en una de sus piezas favoritas dentro del repertorio de joyas históricas.

“Mi abuela madre”: el refugio emocional de Juan Carlos I

Pero si el collar simboliza la supervivencia material, la figura de Victoria Eugenia representa para Juan Carlos I algo mucho más profundo: su salvación emocional.

En sus memorias, el emérito describe con ternura a la reina Ena como su “abuela madre”. Cuando sus padres, don Juan de Borbón y María de las Mercedes, se trasladaron a Estoril, él fue dejado con apenas ocho años en un internado en Suiza, en el colegio marianista de Ville Saint-Jean, en Friburgo.

Fue entonces cuando su abuela se convirtió en su principal apoyo afectivo. Cada jueves viajaba desde Lausana para verlo.

“Afortunadamente, para llenar el vacío afectivo pude contar con mi abuela paterna. Creo que es la persona más adorable que he conocido en mi vida”.

Juan Carlos recuerda cómo ella le bañaba personalmente en una pequeña bañera sin calefacción, le revisaba la ropa, separaba la que necesitaba ser remendada y hasta le enseñaba a pronunciar correctamente la erre española.

Los domingos se reunían en la villa Vieille Fontaine, donde la reina Ena leía los periódicos con guantes para no mancharse las manos. Era estricta, elegante, moderna, divertida y con un sentido del humor marcadamente británico.

“Inspiraba confianza. Era brújula e imán al mismo tiempo”.

Una reina adelantada a su tiempo

Juan Carlos I la define como una mujer abierta de pensamiento, moderna y vanguardista. Disfrutaba de la conversación, del intercambio de ideas y del trato cercano con sus nietos, aunque no toleraba interrupciones cuando hablaba.

Durante las vacaciones, recibía a un nieto de cada rama de la familia para mantener con cada uno una relación especial y personalizada.

“No le gustaba que hubiera demasiados nietos a la vez. Prefería la relación individual”.

Su muerte en 1969 supuso un golpe devastador para toda la familia.

“Su muerte nos dejó inconsolables. Su humor era incomparable. Fue extraordinaria”.

Tras su fallecimiento, Juan Carlos animó a su padre a conservar la villa Vieille Fontaine como punto de encuentro familiar, pero finalmente tuvo que ser vendida por motivos económicos.

“Después de aquello, fue más difícil mantener unida a la familia. Ella era nuestro punto de encuentro”.

El legado que hoy revive en Letizia

Hoy, décadas después del exilio, de la guerra, de la restauración monárquica y de los cambios generacionales, la figura de Victoria Eugenia revive con fuerza a través de su legado simbólico, emocional y patrimonial.

Cada vez que la reina Letizia se coloca el collar de chatones, no solo luce una joya excepcional: lleva consigo un fragmento de la historia íntima de España, del exilio, de la supervivencia, del amor familiar y de la resiliencia silenciosa de una reina que supo reinventarse lejos del trono.

El secreto revelado por Juan Carlos I transforma esa joya en algo mucho más humano: deja de ser un objeto de lujo para convertirse en símbolo de lucha, de dignidad y de supervivencia.

Y así, entre diamantes auténticos y otros sustituidos en silencio, el collar de chatones continúa pasando de reina en reina, cargado de memoria, emoción y una historia que, por fin, ha salido a la luz.