
No te pierdas el video completo, está en los comentarios

La credibilidad del Tribunal Supremo atraviesa uno de sus momentos más delicados tras la difusión de nuevos audios de magistrados que participaron en la condena contra el ex fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz.
Unos audios que, según las revelaciones conocidas, demostrarían que el fallo estaba decidido y circulando en determinados ámbitos judiciales varios días antes de que se hiciera público oficialmente.
La información ha generado un auténtico terremoto político y judicial, ya que afecta directamente a los principios más sensibles del Estado de derecho: la independencia judicial, el secreto de las deliberaciones y la confianza de la ciudadanía en la justicia.
Audios grabados durante las deliberaciones
Los audios fueron grabados durante un curso organizado por el Colegio de Abogados de Madrid, entidad que ejercía como una de las acusaciones en el proceso contra García Ortiz.
En esas grabaciones, dos magistrados del Supremo habrían hecho comentarios sobre el estado de las deliberaciones cuando, en teoría, el contenido de esas conversaciones debía permanecer estrictamente bajo secreto.
Uno de los momentos clave es cuando se confirma que solo un día después de esas conversaciones el tribunal hizo público el fallo condenatorio, aunque la sentencia completa —con sus fundamentos jurídicos— aún no ha sido publicada a día de hoy.
Este desfase entre la publicación del fallo y la redacción definitiva de la sentencia ha abierto un debate explosivo:
¿Se condenó primero y se justificó después?
¿Revelación de secretos? ¿Vulneración del procedimiento?
Varios analistas jurídicos han advertido de que los hechos podrían ser interpretados, como mínimo, como una quiebra del deber de discreción que debe rodear la redacción de cualquier sentencia.
La crítica es clara:
una sentencia no puede nacer de una conclusión predeterminada, sino de una cadena lógica de razonamientos jurídicos.
La secuencia de los hechos resulta, cuando menos, inquietante:
El fallo se comunica públicamente.
Pasan semanas sin que se publique la sentencia.
Mientras tanto, se conocen audios de magistrados comentando deliberaciones.
Se filtra incluso la existencia de una mayoría ya formada días antes.
Para muchos juristas, este procedimiento daña gravemente la imagen de imparcialidad del Tribunal Supremo.
El simbolismo del 20 de noviembre y las sospechas de intencionalidad
El fallo se hizo público el 20 de noviembre, una fecha con una fuerte carga simbólica en la historia política española. Varios tertulianos han señalado que ya el sábado 14 de noviembre, seis días antes, circulaba en determinados círculos la certeza de que el magistrado Manuel Marchena tenía asegurada una mayoría suficiente para condenar a García Ortiz.
Esto ha alimentado la sospecha de que la fecha no fue casual, sino una decisión cargada de intencionalidad política, reforzando la percepción de que determinados sectores del Estado siguen teniendo resortes de poder muy activos.
Dos visiones enfrentadas dentro del propio debate judicial
El debate no es unánime. Mientras unos consideran que los audios son una prueba gravísima de filtraciones internas, otros recuerdan que, legalmente, el fallo adquiere firmeza tras la votación de los magistrados, aunque la sentencia se redacte posteriormente.
Desde este sector se pide prudencia:
Esperar a conocer los fundamentos jurídicos.
Analizar los votos particulares.
No prejuzgar intenciones sin base documental completa.
Pero incluso entre quienes defienden la actuación del Supremo, existe incomodidad por el tono ligero y distendido con el que algunos magistrados hablaron del asunto en un foro académico, cuando se trataba de una causa de enorme trascendencia institucional.

La Fiscalía, atravesada por “una herida profunda”
La nueva fiscal general del Estado ha definido la condena de su antecesor como “una profunda herida para la Fiscalía”, una herida que —según afirmó— debe comenzar a cerrarse bajo su dirección.
En su primera comparecencia ante el Congreso, dejó claro desde el minuto uno que su mandato estará marcado por la necesidad de recomponer la credibilidad interna de la institución, profundamente dañada por un proceso judicial que sigue rodeado de sombras.
Álvaro García Ortiz, aunque dimitió, aún no ha visto formalizada su salida por vía oficial, a la espera de que la sentencia sea firme y publicada.
La extraña demora de la sentencia
Han pasado ya varias semanas desde que se hizo público el fallo, y la sentencia sigue sin aparecer. Para muchos observadores, este retraso resulta difícil de explicar, sobre todo tratándose de una causa que, según los propios audios, ya estaba ampliamente perfilada durante las deliberaciones.
Se llegó a especular con que la publicación pudiera coincidir con fechas simbólicas como el Día de la Constitución, lo que reforzaría la percepción de una utilización política del calendario judicial.
Un contexto judicial cada vez más cuestionado
Este escándalo se suma a un clima de profunda tensión en la justicia española, agravado por otros casos recientes, como la instrucción contra Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, donde instancias superiores han corregido en repetidas ocasiones al juez instructor Juan Carlos Peinado.
La Audiencia Provincial de Madrid y el Tribunal Superior de Justicia han desmontado imputaciones, anulado registros y revocado sanciones, dejando en evidencia una cadena de correcciones judiciales sin precedentes recientes.
Todo ello proyecta una imagen de guerra interna en la judicatura, con decisiones que se anulan, imputaciones que caen y procedimientos que avanzan y retroceden en una espiral de desconfianza institucional.
El gran interrogante
Con los audios ya sobre la mesa, la gran pregunta es inevitable:
¿Estamos ante un simple desliz verbal de magistrados en un entorno académico,
o ante la prueba de que una de las sentencias más delicadas del país estuvou marcada por filtraciones, cálculos políticos y un fallo decidido de antemano?
La respuesta final, para muchos, dependerá de dos elementos clave:
El contenido real de la sentencia completa.
Y los votos particulares de las dos magistradas que se opusieron al fallo.
Lo que nació como un proceso judicial contra el fiscal general ha terminado abriendo un debate mucho más profundo sobre:
La independencia del Tribunal Supremo.
El uso político de los tiempos judiciales.
Las filtraciones internas.
Y la erosión de la confianza ciudadana en las más altas instituciones del Estado.
La justicia, una vez más, no solo está en los tribunales.
Está también en el centro de la batalla política.