La mañana del sorteo de la Lotería de Navidad es, para millones de españoles, una jornada repleta de ilusión, nervios y esperanza.

Pero este año, mientras los niños de San Ildefonso preparan sus voces para cantar los premios, el país despierta también con la resaca de unas elecciones en Extremadura que han cambiado el tablero político y han dejado mensajes claros para el Gobierno central y para todos los partidos.

Extremadura, tradicional bastión socialista, ha vivido una triple carrera electoral que ha dejado vencedores y vencidos, pero sobre todo ha evidenciado un cambio de ciclo.

El Partido Popular, liderado por María Guardiola, ha logrado mantenerse en el gobierno, aunque sigue necesitando el apoyo de Vox para sacar adelante la investidura y los presupuestos.

El PSOE, por su parte, ha sufrido una caída histórica, perdiendo diez escaños y quedando muy lejos de la mayoría absoluta que soñaba recuperar.

Podemos, en un giro inesperado, ha remontado y sumado tres escaños, convirtiéndose en la referencia de la izquierda alternativa en la región.

La presidenta Guardiola convocó estas elecciones tras fracasar en la aprobación de los presupuestos, buscando emanciparse de la tutela de Vox y aspirando a una mayoría absoluta que finalmente no ha conseguido.

Su apuesta, arriesgada, le ha permitido gobernar, pero no le ha dado la fuerza suficiente para hacerlo en solitario.

Vox, por su parte, ha capitalizado el descontento y ha doblado sus votos, convirtiéndose en un actor imprescindible en la política extremeña.

El PSOE, con Gallardo al frente, ha pasado de rozar el 40% de los votos a quedarse en apenas el 26%.

La debacle socialista es evidente, y las quinielas sobre la continuidad de su líder ya están sobre la mesa. Gallardo, derrotado, reconocía anoche el mal resultado y la necesidad de que la dirección regional saque conclusiones.

Se espera incluso que renuncie al liderazgo y al aforamiento, aunque por ahora sigue procesado judicialmente.

La izquierda, en su conjunto, no ha logrado frenar el avance de la derecha.

Mientras el bloque conservador suma el 60% de los votos, la izquierda apenas alcanza el 36%, una diferencia abismal de 24 puntos que confirma la hegemonía de la derecha en Extremadura.

Podemos ha conseguido remontar, pero Sumar ni está ni se le espera, y el gobierno de coalición PSOE-Podemos muestra signos claros de declive.

Este resultado tiene lecturas nacionales profundas. El presidente Sánchez, que comparece para anunciar el relevo de Pilar Alegría en la portavocía del Gobierno, se encuentra en una situación delicada.

Alegría, enviada a Aragón para intentar salvar la cara del PSOE en las autonómicas, deja tras de sí un cargo que durante años ha servido para transmitir las consignas gubernamentales contra la oposición.

Ahora, la nueva portavoz tendrá la tarea de hacer campaña desde la sala de prensa de Moncloa cada martes, en un momento en que el PSOE necesita más que nunca recuperar la iniciativa política.

La derrota socialista en Extremadura es un golpe duro para Sánchez y su equipo. Los votantes han castigado al PSOE, negando cualquier opción de gobierno que no sea de derechas y premiando al PP y a Vox con siete escaños más.

El discurso de “vótame para que no gobierne la derecha” no ha convencido, y los resultados reflejan un rechazo claro a las políticas socialistas.

Los votantes de izquierda han dado tres escaños más a Podemos y han quitado diez al PSOE, lo que debería llevar a una profunda reflexión sobre la estrategia y el mensaje del partido.

El Partido Popular, aunque no ha alcanzado la mayoría absoluta, ha logrado sacar diez escaños de ventaja al PSOE.

Guardiola, aunque sobrevalorada en la apuesta por la mayoría absoluta, sigue gobernando y mantiene el pulso con Vox, que sale reforzado y envalentonado.

Vox ha sido premiado por los electores con el doble de votos, y Extremadura ha hablado alto y claro: quiere más Vox, mucho más Vox.

En ciudades como Badajoz, el PSOE ha quedado relegado a la tercera fuerza, superado no solo por el PP sino también por Vox.

En Navalmoral y Trujillo, la situación se repite, y el PSOE ve cómo su tradicional fortaleza se desvanece.

Ferraz insiste en que Sánchez es el dique de contención contra la extrema derecha, pero los resultados muestran que ese dique solo resiste en Cataluña, donde el presidente sigue siendo un candidato ganador.

La estrategia de Guardiola, de convocar elecciones para emanciparse de Vox y gobernar con mayoría, no ha funcionado.

El pulso con Vox lo ha ganado el partido de Abascal, que se proclama verdadero vencedor de la jornada electoral. El PP, aunque mejora ligeramente, sigue obligado a negociar y pactar con Vox para asegurar la gobernabilidad.

Las lecturas pueriles sobre quién comparece primero o último tras el escrutinio reflejan la tensión y la falta de autocrítica entre los candidatos.

Guardiola no hizo reflexión sobre el hecho de que su pulso con Vox no haya dado el resultado esperado, y Abascal debería también hacer una lectura sosegada de las urnas.

Guardiola se quedó a cuatro escaños de la mayoría absoluta, pero sigue gobernando, mientras que el PSOE ha caído en su peor resultado electoral.

Recordando las elecciones generales de 2023, donde Feijóo no fue investido porque la suma de PP y Vox no daba mayoría absoluta, hoy los sondeos indican que juntos podrían alcanzar 200 diputados, 24 por encima de la mayoría absoluta.

Sin embargo, la investidura de Sánchez sería imposible con la actual correlación de fuerzas.

El gobierno de coalición PSOE-Podemos suspendió el examen de las urnas en 2023, y el autoengaño comenzó cuando, habiendo perdido el poder territorial y las elecciones generales, pudo mantener el gobierno de la nación a costa de pactar con la derecha independentista catalana.

Dos años y medio después, la deriva se ha agravado para la izquierda, que se encuentra sin presupuestos, sin mayoría parlamentaria y sin cuestión de confianza.

El presidente Sánchez, resistente, se resiste a asumir que sus gobernados ya le han dado la espalda.

La realidad, por mucho que se intente maquillar, es la que es: la derecha es hegemónica en Extremadura, y el PSOE debe replantear su estrategia si quiere recuperar la confianza de los votantes.

Las elecciones han servido para saber qué piensan los extremeños, en quién confían y cuánto confían.

El avance de Vox no ha sido a costa del PP, que también ha mejorado, sino claramente a costa del PSOE.

Los votantes del PP que se han ido a Vox han sido compensados por exvotantes del PSOE que han optado por el PP, pero en la cuenta final quien pierde es el PSOE.

El futuro político de Extremadura y de España está marcado por la consolidación de la derecha y el retroceso de la izquierda.

El PSOE, malherido, debe asumir la derrota y buscar nuevas fórmulas para reconectar con la sociedad. Podemos, en su remontada, se convierte en la referencia de la izquierda crítica, mientras que Sumar queda relegado a la irrelevancia.

El presidente Sánchez, en su comparecencia sin periodistas, anuncia cambios en el gobierno y busca recuperar la iniciativa, pero deberá enfrentarse a la realidad de una izquierda dividida y una derecha cada vez más fuerte.

La ciudadanía espera respuestas, autocrítica y propuestas que vayan más allá de los eslóganes y las consignas.

En esta mañana de radio, mientras la Lotería reparte sueños y premios, España despierta también a la realidad política que han dibujado las urnas en Extremadura.

El país necesita líderes capaces de asumir los errores, aprender de los fracasos y ofrecer soluciones reales a los problemas de los ciudadanos.

Porque, al final, la democracia es eso: escuchar la voz del pueblo y actuar en consecuencia.