
Lo que ha llamado la atención de los analistas es que, según las fuentes, los magistrados comenzaron a deliberar inmediatamente después de la vista, incluso antes de contar con un borrador formal de sentencia. María Peral explica que se realizaron comentarios y valoraciones de memoria durante las primeras horas y días, en lo que podría considerarse una deliberación informal, pero que difiere de la deliberación jurídica formal prevista por la Ley Orgánica del Poder Judicial.
En condiciones normales, la magistrada ponente —en este caso, la señora Polo— debería haber presentado una propuesta de sentencia estructurada, sobre la cual los demás magistrados discuten y agregan sus votos, generando finalmente un fallo motivado y sólido. Sin embargo, en este caso, las deliberaciones parecen haberse realizado sin un documento escrito, lo que genera dudas sobre la profundidad y calidad del análisis jurídico.
“Formalmente, la deliberación empieza cuando se presentan las propuestas de sentencia con toda la prueba finalizada. Comentarios previos o conversaciones no son deliberación legalmente considerada”, subraya Bosk.
Este procedimiento tan acelerado ha generado un precedente peligroso, especialmente en casos de filtraciones o notas de prensa que involucren a altos funcionarios. Si la condena se basara únicamente en la nota de prensa, como se especula, se abre la puerta a que cualquier publicación indirecta pueda ser motivo de sanción, afectando la libertad de información y el trabajo de la fiscalía.
Filtraciones y privacidad: el centro de la controversia

El caso García Ortiz ha estado marcado por múltiples filtraciones, algunas de gran gravedad, que afectaron la intimidad del fiscal general y de miembros del Consejo General del Poder Judicial. La rapidez con la que se publicó el fallo, antes de la sentencia, ha sido interpretada como una medida para evitar nuevas filtraciones, aunque esto plantea una contradicción: ¿cómo se protege la confidencialidad divulgando un fallo incompleto?
“Si estás juzgando una filtración y haces público el fallo antes de la sentencia, los únicos que pueden filtrar son los siete magistrados que deliberan. Esto es intranquilizador”, advierte Intxaurrondo.
Este procedimiento exprés ha generado inquietud en la sociedad y en la comunidad jurídica, porque la urgencia de publicar el fallo no queda justificada por ningún interés general aparente. La velocidad sin precedentes no solo deja incertidumbre sobre los fundamentos legales, sino que también crea un clima de desconfianza institucional.
Dimisión y defensa del fiscal general
La decisión de García Ortiz de dimitir tras conocer el fallo, aunque técnicamente no obligatorio según el Estatuto de 1981, ha sido vista como una medida de prudencia institucional. Expertos coinciden en que, dada la gravedad de la condena y la visibilidad del cargo, continuar en funciones podría comprometer la dignidad de la institución y su capacidad para ejercer la fiscalía de manera independiente.
Algunos argumentan que, idealmente, el fiscal general habría permanecido en el cargo hasta conocer la sentencia completa, reforzando su defensa y la transparencia del proceso. Sin embargo, la renuncia inmediata evita un espectáculo público que podría dañar la reputación de la fiscalía y marca un precedente sobre cómo manejar condenas pendientes de motivación.
“El fiscal general hace muy bien en renunciar. No es presentable ejercer sus funciones estando condenado, aunque no conozca aún los argumentos”, señala Carlos, comentarista legal.
Impacto en la Fiscalía y precedentes jurídicos
El fallo establece un precedente relevante: a partir de ahora, cuestionar a la fiscalía o difundir información sobre investigaciones podría convertirse en una estrategia de defensa viable para acusados, lo que limita la capacidad del ministerio público para esclarecer hechos y proteger la legalidad. Esto incluye la protección de fuentes, secretos profesionales y libertad de información, elementos esenciales en cualquier democracia.
Además, la rapidez del procedimiento y la falta de motivación publicada generan un debate sobre la calidad de la deliberación. Aunque el Tribunal Supremo deliberó formalmente durante varios días consecutivos, la ausencia de una ponencia estructurada desde el inicio levanta interrogantes sobre si se consideraron todas las pruebas, indicios y testimonios de manera adecuada.

Comparaciones con casos históricos
Intxaurrondo y otros analistas comparan el procedimiento con casos anteriores de gran repercusión, como el del Procés catalán o la condena de ministros por filtraciones, donde se buscó unanimidad y consenso durante semanas o meses. La decisión de publicar un fallo antes de la sentencia completa rompe con esta tradición, lo que genera inseguridad jurídica y sospechas de politización.
Asimismo, los comentarios sobre “deliberaciones de memoria” recuerdan la práctica académica de preparar argumentos previos a la redacción formal, pero en un tribunal de máxima jerarquía esto puede percibirse como improvisación, incluso si no lo es.
un precedente inquietante
El caso García Ortiz marca un antes y un después en la historia reciente de la justicia española. Entre filtraciones, deliberaciones exprés y la publicación prematura del fallo, se plantea una cuestión fundamental: ¿hasta qué punto el Tribunal Supremo puede mantener su legitimidad cuando la percepción pública y jurídica cuestiona sus métodos?
Silvia Intxaurrondo ha puesto sobre la mesa la opacidad y velocidad sin precedentes del proceso, dejando claro que la sociedad y los medios seguirán vigilantes. La incertidumbre sobre los fundamentos legales, la especulación sobre el objeto del juicio y la renuncia inmediata del fiscal general convierten este episodio en un capítulo excepcional de la España judicial, con implicaciones políticas, institucionales y mediáticas de largo alcance.
El caso sigue abierto, pero deja lecciones claras: la justicia no solo se mide por el resultado, sino también por la transparencia, la motivación y el respeto a los procedimientos. Publicar un fallo antes de la sentencia completa, aunque justificado por temor a filtraciones, podría ser interpretado como un precedente peligroso que afectará la percepción del poder judicial en España durante años.